.
Un Estudio Bíblico por Jack Kelly
.
Dos
años después de la visión que tuvo Daniel de las cuatro bestias que
describimos en el capítulo 7, él tuvo otra visión, esta vez sobre un
carnero y un macho cabrío. Como veremos, la intención era para darle
tanto a él como a nosotros más detalles sobre las cosas del porvenir,
porque la visión tiene un cumplimiento doble. Para Daniel esta visión
era toda en el futuro, pero para nosotros, el primer cumplimiento está
en la historia, asegurando así que el cumplimiento final se encuentra
aún en nuestro futuro.
Daniel 8
La Visión que Tuvo Daniel del Carnero y del Macho Cabrío
“En
el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a
mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes. Vi en
visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino
en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai.
Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y
tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto
que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con
los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía
parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía
conforme a su voluntad, y se engrandecía.” (Daniel 8:1-4).
Era
el año 551 a.C. Faltaban 16 años para la caída de Babilonia ante la
coalición de los Medo-Persas. Susa quedaba a 370 kilómetros al este de
Babilonia, en lo que hoy es el moderno Irán, y se convertiría en la
capital del Imperio Persa. Tanto Daniel como Nehemías vivieron allí,
como también lo hizo la reina Ester. Hoy día se le conoce como Shush.
Una inusual roca blanca en forma de un cono, señala el sitio tradicional
donde reposan los restos de Daniel. Adicionalmente a los judíos persas,
muchos musulmanes chiítas también reverencian al profeta visitando su
tumba hasta este día.
El
rey de Persia usaba una corona con la forma de la cabeza de un carnero
cuando iba a batalla, así que el carnero representa a Medo-Persia. El
cuerno que creció más después es el componente persa de la coalición y
que eventualmente fue el elemento dominante. (El Ángel Gabriel
confirmará para nosotros la identidad de ambos animales más adelante en
este capítulo.) Como lo hemos mencionado antes, Media era el hogar de lo
que hoy día son los curdos mientras que Persia se convirtió en Irán.
Juntos estos dos componentes conquistaron un área que se extendía desde
Paquistán en el este hasta Grecia en el oeste, y hasta las costas del
Mar Negro y las del Mar Caspio en el norte, y reinaron durante 200 años,
hasta cerca del año 330 a.C. Había un camino real que se extendía desde
Susa hasta Sardis en Turquía occidental, que se utilizaba para traer
mercaderías desde el Mediterráneo hasta la ciudad capital.
“Mientras
yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del
poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho
cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero
de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra
él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se
levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero
no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en
tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y
el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor
fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros
cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo” (Daniel 8:5-8).
El
macho cabrío con un solo cuerno era el símbolo de Felipe de Macedonia,
padre de Alejandro Magno. Los persas habían humillado tanto a Felipe que
Alejandro formó un poderoso ejército para tomar venganza. Para unir las
facciones guerreras de Europa Oriental en contra de los persas,
Alejandro inventó un lenguaje, llamado Griego Común, para que todos
pudieran hablarlo y, al entenderse, arreglar sus disputas tanto reales
como imaginarias. Sin mostrar ninguna misericordia hacia los persas,
Alejandro derrotó contundentemente al ejército de 200.000 hombres de
Darío III, con solamente 35.000 de sus propios soldados, en la Batalla
de Gaugamela en el año 331 a.C. Entonces, él tenía 22 años de edad.
Siete años más tarde Alejandro moriría en Babilonia dejando su imperio
para ser dividido entre sus cuatro generales, Casandro (Macedonia y
Grecia), Lisímaco (Tracia y el Asia Menor), Ptolomeo (Israel y Egipto), y
Seleuco (Siria, Líbano y Jordania).
“Y
de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al
oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército
del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y
las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y
por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario
fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el
ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad,
e hizo cuanto quiso, y prosperó. Entonces oí a un santo que hablaba; y
otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la
visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando
el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos
mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Daniel 8:9-14).
Ahora
nos adelantamos rápidamente al año 175 a.C., a un descendiente de
Seleuco de nombre Antíoco IV, llamado un cuerno pequeño aquí, quien se
nombró a sí mismo Epífanes, o el Divino. Para este momento, el imperio
seléucida había crecido sustancialmente e incluía a Israel (la Tierra
Gloriosa) que había sido tomado de los descendientes de Ptolomeo.
Antíoco Epífanes odiaba a los judíos y juró borrar su religión de sobre
la faz de la tierra. Y casi tiene éxito.
Haciendo
que el último legítimo Sumo Sacerdote de Israel, Onais III, fuera
asesinado, empezó a negociar el oficio de Sumo Sacerdote al mejor
postor, un sistema de hacer dinero que los romanos adoptaron después.
Invadió Israel y tomó el control de Jerusalén y del Monte del Templo.
Prohibió la circuncisión, hablar o leer en hebreo, y la posesión de las
Escrituras Hebreas, quemando todas las copias que pudo encontrar.
Convirtió el Templo en un centro de adoración pagana bajo pena de
muerte. Mató un cerdo sobre el altar santo y ordenó a los sacerdotes
hacer lo mismo.
Esta
profanación del Templo lo hizo inadecuado para ser usado por los
judíos. Esto llegó a ser conocido como la abominación desoladora con lo
cual se disparó la revuelta de los macabeos, una guerra tipo guerrilla
que fue exitosa después de tres años y medio de luchas, y dirigida por
Judas Macabeo (el Martillo), para expulsar a las tropas de Antíoco de
Israel y restaurar el servicio del Templo. Debido a eso, Antíoco
Epífanes se ha convertido en el tipo más claro de anticristo, siendo la
revuelta de los macabeos un modelo de la gran tribulación. Durante 1.150
días (2.300 tardes y mañanas de sacrificios) el santuario estuvo
desolado hasta que fue vuelto a consagrar durante una ceremonia que hoy
día se celebra como la Fiesta de Hanukkah.
La Interpretación de la Visión
“Y
aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba
comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de
hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y
dijo: Gabriel, enseña a éste la visión. Vino luego cerca de donde yo
estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él
me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo
del fin.
Mientras
él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me
tocó, y me hizo estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha
de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin. En
cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes
de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno
grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno
que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro
reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él” (Daniel 8:15-22).
El
Ángel Gabriel viene ahora a explicarle a Daniel que va a extender la
visión para mostrar que habrá una repetición de estos eventos, pero en
una escala mucho más grande, al final de los tiempos. Veremos que el
“cuerno pequeño” de Daniel 7:8 es el cumplimiento final del también llamado “cuerno pequeño” en Daniel 8:9,
el que conocemos como Antíoco Epífanes. El ángel comienza identificando
al carnero y al macho cabrío y describe la distribución del reino de
Alejandro entre sus cuatro generales. Luego se va directamente al tiempo
del “fin de la ira”.
“Y
al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo,
se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder
se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y
prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al
pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su
mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y
se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será
quebrantado, aunque no por mano humana.” (Daniel 8:23-25)
Los
restos de estos imperios permanecerán hasta el fin de la era cuando un
rey como Antíoco se levante, pero este no estará actuando bajo su propia
fuerza. En Apocalipsis 13:2 se nos dice que el dragón le dará de
su poder. Y a diferencia de Antíoco, quien sufrió una derrota
vergonzosa a manos de los romanos que empezaban a surgir, y fue obligado
a dejar Egipto avergonzado, este otro rey será exitoso en todo lo que
hace y será admirado por todos. “Y
se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón
que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo:
¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Apocalipsis 13:3-4).
Él
saldrá a escena como un pacificador, pero terminará con la mayor parte
del mundo bajo su autoridad, aun creyendo que puede ir a la guerra en
contra de los ejércitos celestiales. Como su predecesor, tendrá un odio
anormal por los judíos e intentará borrarlos de la faz de la tierra. Él
también levantará una estatua en el Lugar Santo (Apocalipsis 13:15), llamándose a sí mismo Dios y exigiendo que se le adore (2 Tesalonicenses 2:4). Sin embargo, su fin será a manos de Aquel Quien en verdad es el Rey de toda la Tierra.
“La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días.
Y
yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando
convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de
la visión, y no la entendía” (Daniel 8:26-27).
Gabriel
concluyó su interpretación de la visión al implicar que las 2.300
tardes y mañanas ciertamente vendrán, pero que el cumplimiento final de
la visión es para los tiempos del fin. Esto ha sido verificado en la
historia. La desolación del Templo que hizo Antíoco Epífanes fue el
cumplimiento de las tardes y las mañanas. A nosotros no se nos da ningún
tiempo referente a la gran tribulación, en la que la abominación
desoladora venidera se nos dice que dura 1.260 días, y, como lo veremos
en el capítulo 12, quizás más.
Daniel 9
Ahora
son trece años más tarde, es el año 538 a.C. Daniel ya es un hombre
anciano, probablemente en la edad de sus ochentas. Ya ha estado en
Babilonia durante casi 70 años y se ha enterado, al leer el libro de
Jeremías sobre la conquista de Babilonia, que el período de cautividad
de Israel estaba casi por terminar. Dios le había dicho a Jeremías que
la cautividad duraría 70 años, y luego Babilonia sería derrotada y los
judíos serían liberados para reconstruir su país (Jeremías 25:11-12).
El motivo para este juicio fue la insistencia de Israel en adorar a los
falsos dioses de los vecinos paganos. La duración de esos 70 años fue
por el hecho de que durante 490 años los judíos habían descuidado
observar el descanso de la tierra que estaba estipulado en un año de
cada siete años, como Dios lo había ordenado en Levítico 25:1-7.
El Señor había sido paciente durante todo ese tiempo, pero finalmente
los envió a Babilonia con el objeto de darle a la tierra los 70 años de
descanso que se le debía (2 Crónicas 36:21).
Mientras oraba un día, confesando los pecados de Israel y recordándole a Dios Su promesa de restaurarlos (Daniel 9:1-23),
Daniel recibió la visita, por segunda vez, del Ángel Gabriel, el cual
interrumpió su oración para revelarle a Daniel más sobre el futuro de
Israel, y una vez más, ampliando las visiones de los Capítulos 7 y 8,
con un repaso en cuatro versículos, de las cosas venideras.
Muchas personas creen que Daniel 9:24-27
es el pasaje más importante de la profecía en todas las Escrituras.
Casi todos los errores que me he encontrado al estudiar las distintas
interpretaciones de la profecía de los últimos días, se puede decir que
tienen su origen en la mala interpretación de este pasaje. Leamos todo
el asunto para que podamos tener el cuadro general y luego analizarlo
versículo por versículo.
“Setenta
semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad,
para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la
iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la
profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que
desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta
el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se
volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después
de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por
sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el
santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra
durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con
muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador,
hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame
sobre el desolador” (Daniel 9:24-27).
Ninguna
profecía en todas las Escrituras es tan crítica para nuestro
conocimiento de los tiempos del fin, como lo son estos cuatro
versículos. Antes que nada, debemos hacer unas aclaraciones, para luego
interpretar este pasaje versículo por versículo. La palabra hebrea
traducida semanas (o sietes) se refiere a un período de siete años, de
la misma manera que la palabra década se refiere a un período de 10
años. Literalmente significa “una semana de años”. De tal manera que 70
semanas son 70 x 7 años, o 490 años. Este período está dividido en tres
partes; 7 semanas o 49 años, 62 semanas o 434 años, y una semana o siete
años. Entonces comencemos.
“Setenta
semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad,
para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la
iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la
profecía, y ungir al Santo de los santos (lugar Santísimo)” (Daniel 9:24).
Estas
son las seis cosas que deben de lograrse para el pueblo de Daniel
(Israel) y la Santa Ciudad de Daniel (Jerusalén) durante un período de
490 años. He insertado la frase “lugar Santísimo” al final del versículo
para aclarar el hecho de que se refiere al Templo judío en Jerusalén.
“Sabe,
pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y
edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y
sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en
tiempos angustiosos” (Daniel 9:25).
Aquí
vemos una clara profecía sobre el momento de la Primera Venida de
Cristo. Cuando este mensaje le fue dado a Daniel por el Ángel Gabriel,
Jerusalén era una ciudad en ruinas por casi 70 años, y los judíos
estaban cautivos en Babilonia. Al contar 62 + 7 períodos de 7 años cada
uno, a partir de un futuro decreto que le da a los judíos el permiso
para restaurar y reconstruir Jerusalén, entonces deben de esperar al
Mesías. Eso es un total de 483 años después que el decreto es emitido.
Aquí
es importante poder distinguir el decreto que liberó a los judíos de su
cautiverio del decreto que les permitió reconstruir Jerusalén.
Cuando
Ciro de Persia conquistó Babilonia en el año 535 a.C., de inmediato
liberó a los judíos. Eso había sido profetizado 150 años antes en Isaías 44:24-45:6 y vio su cumplimiento en Esdras 1:1-4. Pero según Nehemías 2:1,
el decreto para reconstruir Jerusalén fue emitido el mes primero del
vigésimo año de su reinado por el Rey Artajerjes de Persia (Marzo del
año 445 a.C. en nuestro calendario, cerca de 90 años después).
Exactamente
483 años después de eso, el Señor Jesús entró en Jerusalén montando una
asna, a los gritos de “Hosanna”, en el único día en Su vida que Él les
permitió a sus seguidores que lo proclamaran como Rey de Israel,
¡cumpliendo así la profecía de Daniel al día preciso! El idioma hebreo
en el 9:25 le llama “Mesías Príncipe”, anotando el hecho de que Él
estaba llegando como el Hijo Ungido de David y aún no había sido
coronado Rey.
En Lucas 19:41-44,
Jesús les recuerda a las personas sobre la naturaleza específica de
esta profecía. Cuando se acercaba a Jerusalén y ve la ciudad, llora
sobre ella y dijo, “¡Oh,
si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu
paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre
ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por
todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos
dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no
conociste el tiempo de tu visitación”. Jesús los responsabilizó porque conocían Daniel 9:24-27.
Unos días más tarde, Jesús extendió esa responsabilidad a nosotros. “Por
tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que
habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén
en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15-16). A nosotros también se nos obliga a entender Daniel 9 en referencia a la gran tribulación y la Segunda Venida.
“Y
después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas
no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la
ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de
la guerra durarán las devastaciones” (Daniel 9:26).
Primero
se cumplieron 7 semanas (49 años) y luego 62 semanas (434 años) para un
total de 69 semanas o 483 años. Al final de este segundo período, su
Mesías será ejecutado (literalmente destruido al hacer un pacto) sin
haber recibido ninguno de los honores, gloria y bendiciones que las
Escrituras le prometieron, y el pueblo de un príncipe que aun ha de
venir, destruirá Jerusalén y el Templo. Los israelitas serán esparcidos
por todos lados y la paz eludirá al mundo.
Todos
sabemos que Jesús fue crucificado estableciendo un Nuevo Pacto en el
proceso, y 35 años más tarde, los romanos incendiaron la ciudad y el
Templo, destruyéndolos totalmente. Los judíos que sobrevivieron fueron
obligados a huir para salvar sus vidas y durante los siguientes 2.000
años yo no creo que ninguna generación haya escapado de estar
involucrada en alguna clase de guerra.
Pero
entonces algo extraño sucedió: El Reloj Celestial se detuvo. Ya habían
transcurrido 69 de las 70 semanas, y todo lo que había sido profetizado
sucedió durante esos 483 años, pero aún quedaba por cumplirse una semana
(7 años). Hay insinuaciones en el Antiguo Testamento de que el reloj se
ha detenido varias veces anteriormente, en la historia de Israel,
cuando por alguna razón u otra, los judíos estaban fuera de su tierra. Y
en el Nuevo Testamento también se nos dice que mientras Dios está
tratando con la Iglesia, el tiempo deja de existir para Israel (Hechos
15:13-18). Pero la indicación más clara es que ese evento predicho en Daniel 9:27 aún no se ha cumplido.
“Y
por otra semana [él] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la
semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre
de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la
consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27).
Aquí
se encuentra la Semana Setenta que hace falta, pero antes de que
intentemos entenderla, repasemos una regla de gramática que nos ayudará a
que nuestra interpretación sea la correcta. Esta regla es la siguiente:
Los pronombres se refieren al nombre previo más cercano. “Él”, siendo
un pronombre personal, se refiere a la persona anterior más cercana, en
este caso “el príncipe que ha de venir”. Entonces, un gobernante que
vendrá de alguna parte del antiguo Imperio Romano, confirmará un pacto
de siete años con Israel el cual les permitirá construir un Templo y
restituir el sistema de culto del Pacto Antiguo. Tres años y medio
después, él violará ese pacto al colocar una abominación que causa que
el Templo sea desolado, terminando así con el culto. Esta abominación
acarrea la ira de Dios sobre él y será destruido. Este es el cuerno
pequeño de Daniel 7:8, y el cumplimiento final del cuerno pequeño de Daniel 8:9, que primeramente fue cumplido en Antíoco Epífanes.
La
manera más obvia por la cual sabemos que estas cosas aun no han
sucedido es que el sistema del culto judío del Pacto Antiguo requiere de
un Templo para celebrarse, y no ha habido ningún Templo desde el año 70
d.C. cuando los romanos lo destruyeron.
Algunas
personas dicen que esta profecía se cumplió durante la destrucción de
los romanos en el año 70 d.C., pero la mayoría creen que aun se
encuentra en el futuro, en parte debido el término abominación
desoladora. Como Gabriel le dijo a Daniel, que durante el tiempo de la
ira, habrá un segundo y más grande cumplimiento de la profecía de su
visión en el capítulo 8. Otro rey se levantará y repetirá las cosas que
Antíoco hizo, una de las cuales será entrar en el Templo declarándose
ser Dios, y exigiendo que la gente adore una estatua con su efigie.
Jesús dijo que este evento lanzaría la gran tribulación (Mateo 24:15-21), y Pablo dijo que el anticristo sería el que lo haría (2 Tesalonicenses 2:4).
Las blasfemias de Antíoco no fueron específicamente repetidas cuando
los romanos destruyeron el Templo, y desde entonces no ha habido otro
Templo. Las similitudes entre este evento venidero y el que registra la
historia, son tan obvias, que muchos eruditos están persuadidos que ese
evento señala al otro ya que nada, en los años que intervienen se ajusta
tan completamente a ese evento.
Pronto, Muy Pronto
Siguiendo
a una guerra devastadora en el Medio Oriente, un nuevo líder pronto
surgirá a escena. Con un gran carisma personal y un plan para terminar
todas las guerras, cautivará y controlará el mundo. Ya que todos los
verdaderos creyentes habrán desaparecido recientemente de la tierra, no
tendrá ningún problema en persuadir a la mayoría de los habitantes que
quedaron de que él es el Mesías prometido, el Príncipe de Paz. Los
pasmará y asombrará con todo tipo de proezas diplomáticas y de
conquista, aun haciendo actos sobrenaturales. Pero cuando él afirme ser
Dios, todo el infierno se desatará sobre la tierra, y los tres años y
medio del peor y más terrible tiempo que la humanidad haya jamás tenido,
amenazará su misma existencia.
Pero
antes de que todos sean destruidos, el verdadero Príncipe de Paz
retornará y vencerá a ese impostor. Él instalará Su reino sobre la
tierra, un reino que nunca será conquistado ni entregado a nadie más. Al
haber entregado Su vida para terminar la prevaricación, y poner fin al
pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y
habiendo cumplido toda la visión y la profecía bíblicas, Él ungirá el
Lugar Santísimo y recibirá todo el honor y la gloria y las bendiciones
que las Escrituras le prometieron. Israel finalmente verá su reino
restablecido y vivirá en paz con Dios en su medio, y usted y yo, como la
novia de Cristo, reinaremos y gobernaremos con Él para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HAS TU COMENTARIO SI DESEAS AQUI