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Miércoles
, 31-03-10 a las 14
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Un horripilante hallazgo ha vuelto a poner en tela de
juicio no ya la profesionalidad, sino la humanidad, de los hospitales
chinos, que más que curar a sus pacientes se dedican a atiborrarlos de
medicinas y coserlos y descoserlos a base de operaciones para engordar
la factura.
El último escándalo acaba de ocurrir en la provincia
costera de Shandong, donde han aparecido los cuerpos de 21 bebés y fetos
en el río Guangfu, a las afueras de la ciudad de Jining. Según informan
los medios chinos, ocho cadáveres aún llevaban atados a los tobillos
las tarjetas de identificación del centro médico donde habían fallecido,
el Hospital Afiliado a la Universidad de Jining. Uno de ellos, además,
había sido arrojado al río en una bolsa amarilla para residuos médicos y
otro tenía adherida una pegatina con sus datos donde rezaba: “Varón.
Nombre de la madre: Man Hongmei. Nacido en abril de 2009”.
Cubiertos por el barro en la sucia orilla del río, los
cuerpos en estado de descomposición fueron encontrados por los vecinos
bajo el puente de una autopista. De inmediato, las tarjetas de
identificación llevaron a la Policía al Hospital Afiliado, donde han
sido cesados tres de sus responsables y detenidos dos trabajadores de la
morgue, Zhu Zhenyu y Wang Zhijun.
Al parecer, ambos habían cobrado dinero a las familias de
los bebés muertos para encargarse de los cuerpos. Pero, en lugar de
incinerarlos o enterrarlos, los tiraron al río sin molestarse siquiera
en quitarles sus tarjetas de identificación.
“Este caso revela un grave fallo en la gestión del
hospital e indica una falta de ética y responsabilidad legal en algunos
de sus empleados”, explicó a la agencia estatal de noticias Xinhua el
portavoz de la Policía de Jining, Gong Zhenhua, quien también admitió
que “tendrá un impacto muy negativo en la sociedad, pero nos enseñará
una gran lección”.
En los foros de internet, miles de comentarios braman
contra los dos empleados del hospital detenidos y su falta de humanidad.
“No tienen conciencia ni moral y deberían ser fusilados”, critica uno
de ellos.
Al margen de la indignación social, este caso no se
entiende sin la macabra costumbre, aún generalizada en el campo, de
deshacerse de las hijas nada más nacer. Debido a la política del hijo
único, los campesinos de las pobres zonas rurales prefieren tener
varones porque éstos se harán cargo de los padres cuando sean mayores,
mientras que las hijas se marcharán a vivir a la casa del marido.
Para controlar la natalidad en el país más poblado del
mundo, el régimen chino impone desde principios de los 80 la prohibición
de tener más de un vástago en las ciudades, y dos en el campo si el
primero en nacer ha sido una niña.
Esta ley, cuestionada tras haber evitado 200 millones de
nacimientos, ha provocado un grave desequilibrio de género por la
preferencia de las familias por tener hijos varones. Así, las madres
abortan en caso de esperar una niña o éstas son asesinadas, abandonadas
en los hospicios o vendidas al nacer.
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